Auch zwerge haben klein angefangenWerner Herzog (ALE)197096 min.Jueves 30 de marzo - 7pm
Centro Cultural UPCH - Av. Armendariz 445 (Miraflores)-Lima-PERU
INGRESO LIBRE "El filme tiene que hablarnos a gritos, y por eso tenía que ser tan radical, tan crudo en el griterío". Así se expresó Werner Herzog sobre AUCH ZWERGE HABEN KLEIN ANGEFANGEN, rodado por él en 1969 en la isla canaria de Lanzarote. El reparto del filme es radical, toma en serio a sus intérpretes --solamente liliputienses por primera vez en la historia del cine--, reproduce con una exactitud de detalles casi escrupulosa sus dificultades de articulación, sus esforzados movimientos y las desfiguradas y aviejadas facciones de sus semblantes. La película de Herzog fue interpretada como una reacción a las revueltas estudiantiles --la proximidad temporal avala esta interpretación--, como una repulsa cínica del afán transformista del movimiento estudiantil de 1968. No obstante, esta interpretación es insuficiente. Herzog no fue nunca un director de cine político. Su interés, como indicó el crítico Wolfram Schütte, es de índole antropológica, existencial. Sus protagonistas son los marginados, locos, dementes, inválidos, mudos, ciegos, enanos. En ellos se muestra el otro, el extraño, no integrable en el mundo "normal" y que representa sin embargo una especie de quintaesencia del mismo. En la rebelión de los enanos --éste es el auténtico mensaje de la película-- se transparenta una situación humana como grotesca, tragicómica en el más auténtico sentido de la palabra. Montruosos no son los liliputienses, sino su --nuestro-- mundo circundante, en el cual los objetos se independizan, adquieren dimensiones colosales. En este filme de Herzog la cámara asume la perspectiva de los enanos, muestra desde su punto de vista la cama, la puerta, la silla, cosas todas ellas que, según Herzog, "se extralimitan en sus dimensiones". La rebelión de los enanos se dirige contra este mundo cosificado, contra sus rituales, sus modales en la mesa, sus tabúes religiosos, sexuales y morales. Que la revuelta es un conato baldío se pone de manifiesto en la repetida presentación del movimiento circular del automóvil. Y el que las razones del fracaso están también en los propios rebeldes se muestra asimismo en los largos planos intercalados de las gallinas que se maltratan y picotean hasta la muerte, Es éste un motivo que aflora repetidamente en los filmes de Herzog, como, por ejemplo, en LEBENSZEICHEN. Se trata casi de un símbolo de las agresiones de los revoltosos dirigidas hacia dentro, del orden existente entre ellos, traducidas en guasearse de los más débiles y en maltratar a los ciegos. Sin embargo, todos estos mensajes, que pudieran interpretarse igualmente como políticos y socialcríticos, no hacen justicia a Herzog. La sublevación de los enanos no es únicamente una revuelta contra un mundo alienado, cuyos mecanismos sin embargo reproduce, sino también una rebelión contra la naturaleza, contra el paisaje árido y desértico, que oprime la existencia de los liliputienses, indiferente y ajeno a sus esfuerzos. Al final, se pierden en él, merodean desvalidos entre las rocas. Unicamente en la desvariada pose del educador hay todavía un intento por sobrepasar en pertinacia a la naturaleza, un último de esos esfuerzos alocados que los héroes de Herzog emprenden también una y otra vez en sus filmes posteriores; recuérdese simplemente el filme FITZCARRALDO. En AUCH ZWERGE HABEN KLEIN ANGEFANGEN el paisaje termina convirtiéndose en un símbolo alegórico de la absurdidad de todos los intentos de movimiento y de cambio, que plenamente a tono con la posición de Camus, se reducen a meros trabajos de Sísifo. Ciertamente se puede objetar tal interpretación místico-mítica del mundo, inspirada no sólo en el existencialismo sino también en el romanticismo; precisamente el filme que llevó esto hasta el extremo, o sea FITZCARRALDO, fue motivo de enconados debates. Sin embargo, resultará casi imposible superar la exposición de la filosofía de la absurdidad de la existencia (del dasein) a como lo hace Herzog con las carcajadas finales, cuya crudeza, dice él, "nos muestra de súbito más claramente el perfil de lo que vemos, de lo que somos".